La creación y puesta en funcionamiento de la planta de
agrocombustibles Bio 4 en Río Cuarto, lejos de ser un orgullo para nuestra
región, debería alertarnos acerca de una actividad que ya está siendo
cuestionada por científicos, organismos gubernamentales y no gubernamentales,
organizaciones sociales y ciudadanos de todo el mundo.
Bio 4 comenzó su actividad en septiembre de 2012 y se
constituyó en la primera planta de producción de etanol a base de maíz de
Argentina, seguida por más de una docena de proyectos de este tipo ubicados en
su mayoría en la provincia de Córdoba.
Durante años se ha intentado convencer a la población de que
los mal llamados “bio” combustibles son una solución para los actuales
problemas medio ambientales, especialmente con el argumento de que su uso
reduciría las emisiones de dióxido de carbono y se transformaría en una
solución al cambio climático.
Sin embargo, cada vez más estudios demuestran que los
recursos necesarios para producir agrocombustibles –denominación cada vez más
extendida para esta actividad dado su vínculo directo con los agronegocios-
hacen que su expansión sea igual o aún más contaminante que la obtención de
combustibles fósiles. Es que las materias primas utilizadas para generar estos
hidrocarburos se obtienen de la agricultura intensiva, con uso de pesticidas y
fertilizantes, y a la vez dependen para su procesamiento, transporte y
distribución del uso del petróleo.
Especialistas
de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, aseguran que la producción de
combustible a base de maíz arroja un balance de energía negativo. Es decir: se
gasta más energía en cultivar, cosechar y transformar el cereal en combustible
que lo que devuelve después el etanol dentro de un motor.
Pero además, el crecimiento de esta actividad significa la
expansión de la frontera agropecuaria y un importante aumento de la cantidad de
hectáreas sembradas con cultivos transgénicos. En Argentina, se
estima que la producción de etanol hará crecer en poco tiempo un 10% el área
sembrada con maíz. Ya conocemos las consecuencias de esa expansión:
millones de litros más de agroquímicos que van a contaminar el suelo, el aire y
el agua; millones de personas más con enfermedades provocadas por las
fumigaciones; millones de bosques, plantas y animales que desaparecen; millones
de familias campesinas y originarias desalojadas. Además de la pérdida de
biodiversidad que esto representa, resulta paradójico que la deforestación
inherente a la producción de agrocombustibles se traduce justamente en un
aumento de las emisiones de efecto invernadero que la actividad vendría a
resolver.
Y por sobre todas las cosas, el crecimiento de la industria
de los agrocombustibles significa que las tierras cultivables sean destinadas
cada vez más a llenar los tanques de los autos en un mundo en el que mil
millones de personas sufren hambre. Sin ir más lejos, el prestigioso ambientalista
estadounidense Lester Brown, presidente del Earth Policy Institute, indicó que
para producir el etanol suficiente para llenar un tanque de combustible de cien
litros se necesita la cantidad de granos que una persona come a lo largo de un
año.
Las consecuencias económicas de esta situación ya están a la
vista: el valor de los agrocombustibles provoca el aumento en los mercados
internacionales de los precios de los alimentos. México fue uno de los primeros
países en advertirlo: en 2006, el precio de la harina de maíz se duplicó a
partir de las especulaciones que generó la industria del etanol en el mercado
de granos.
Ese es el modelo en el que Bio 4 es pionero. Con la
producción de 50 millones de litros de etanol por año, la planta ubicada al sur
de la ciudad ha hecho de Río Cuarto la primera sede de una industria cuyas
consecuencias sociales, ambientales y económicas ya comienzan a sentirse a
nivel local, nacional e internacional.
El agua que se va
La realidad planteada demuestra que la firma de un convenio
con Emos, a través del cual Bio 4 financiará las obras para ampliar en 10
millones de litros de agua por día la capacidad productiva de la ciudad, es un
maquillaje para ocultar el impacto negativo de esta industria. Los vecinos de
la planta lo saben bien: desde que la misma comenzó a funcionar vienen
denunciando la grave contaminación que se está generando en la zona, la cual
puede comprobarse con sólo observar las enormes lagunas que invaden los campos
que rodean el lugar y sentir el olor nauseabundo que desprenden.
Mientras tanto, los beneficios que el acuerdo firmado con el
ente municipal tiene para la empresa son evidentes. En primer lugar, el aporte
que Bio 4 hará le será descontando mediante las facturas de agua, por lo que en
menos de dos años recuperará la inversión realizada y el dinero terminara
siendo aportado por todos los riocuartenses.
Al mismo tiempo, la planta utilizará 1,2 millón de litros de
agua diarios, lo que la convierte en el mayor usuario de agua potable de la
ciudad. Incluso, a medida que el proyecto avance, llegará a usar tres millones
de litros, es decir un 30% del líquido vital que llegaría al sudeste de Río
Cuarto con la nueva obra. Si a esto sumamos los millones de litros de agua
necesarios para regar las 600 toneladas de maíz que día a día procesa Bio 4, se
vuelve evidente quién gana y quién pierde con el negocio.
Frente a esta realidad, desde la Asamblea por un Río Cuarto
Sin Agrotóxicos expresamos nuestro enérgico repudio al avance de los
agrocombustibles y al funcionamiento de Bio 4 en la ciudad. Denunciamos también
la complicidad del gobierno municipal y los medios de comunicación locales con
esta empresa, que de múltiples formas y con el único objetivo de obtener
mayores ganancias busca enmascarar las graves consecuencias que su actividad
representa para nuestra zona en el corto y largo plazo.
Asamblea por un Río Cuarto Sin Agrotóxicos
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